Evangelio de san Lucas 6, 27-38
¿PODRÁ UN CIEGO GUIAR A OTRO CIEGO?
¿PODRÁ UN CIEGO GUIAR A OTRO CIEGO?
Hoy vemos que la perseverancia en esa lucha por lograr unirse cada vez más a la voluntad santísima de Dios, pues en ello estriba la verdadera perfección, tiene su premio.
Aunque la vida esté llena de dificultades, desalientos y trabajos, también es verdad que es muy corta y que es pasajero el sufrir. Pronto llegará el fin de la jornada y ahí encontraremos el descanso y el premio si hemos sabido luchar por Jesucristo.
Qué hermoso programa el seguir a Cristo buscando hacer felices a los que viven a nuestro lado sin pensar en nosotros mismos y a la vez cuánta fuerza de voluntad y cuánta abnegación nos exige y qué premio tan grande nos conquista para el cielo. Ser viriles en la cari-dad, ser generosos y magnánimos, sin entregarnos a la estrechez tacaña de lo que es obligación estricta.
Más allá comienza el amplio campo de la delicadeza y de las aten-ciones, del sacrificio y de la afabilidad ingeniosa para dar gusto a los demás en todo. Hay que llegar al detalle y no despreciar las peque-ñas ocasiones de sacrificarse dando a nuestro hermano una mues-tra de atención, un rostro alegre, una palabra de aliento, una condescendencia en la conversación.
Señor, Tú me enseñas que nunca debo juzgar ni criticar a los demás. Haz que logre tratar a los demás como Tú me tratas Señor: comprendiendo sus limitaciones, disculpando sus faltas, poniendo atención a sus necesidades, sin guardar ningún rencor, ningún resentimiento, con la capacidad de ser misericordioso y bondadoso, siempre y con todos.
Fuente: Catholic.net / Evangelio meditado para el Tiempo Ordinario