Evangelio de san Juan 16, 12-15
SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Celebramos el día de la Santísima Trinidad. A todos nos resulta difícil entender este misterio y, aunque nos pongan los ejemplos de San Agustín que quería meter el agua del mar en un hoyo, o la semilla, o la crisálida, para nosotros sigue siendo un misterio de difícil comprensión.
Para Jesús, en cambio, es algo tan sencillo como llamar a Dios «Padre». Un padre acogedor, cercano, que es todo bondad y ternura. Jesús vive en Él la experiencia de Dios como Padre, experiencia que hace testimonio con su propia vida.
Él se siente Hijo de Dios y sabe que tiene que colaborar en el proyecto para que la humanidad sea renovada. Una humanidad en la que se viva la justicia, el amor y la paz. En definitiva un mundo donde el amor de Dios se palpe en todas las personas.
Jesús, como hijo, tiene una vida terrenal que será corta, porque su fidelidad a la Palabra de Dios le llevará a perder lo más preciado: la vida. Pero Él sabe que el mismo impulso que Él siente, el soplo de Dios, seguirá en nosotros cuando Él falte. El Espíritu de Dios viene para todos, se manifiesta a través de la historia en cada ser humano animándolo a ser testigo de su amor.
Dios es trinitario porque se siente comunidad, se siente familia. A Él le gusta compartir, amar y estar cercano a sus hijos.
Déjense querer por la Trinidad, que hunde sus raíces en el amor, la fortaleza y la fe.
Fuente: El Taller de la Serenidad
Domingo 22 de mayo de 2016.