Monseñor José Rafael Quirós Quirós
Arzobispo Metropolitano
Benedicto XVI, subrayando el compromiso de los cristianos
como promotores de una cultura que reconoce la dignidad de la mujer, nos exhortaba a evitar “tanto
una uniformidad indistinta y una igualdad chata y empobrecedora, como una
diferencia abismal y conflictiva...” pues, "cuando el hombre o la mujer
pretenden ser autónomos y totalmente autosuficientes corren el peligro de
encerrarse en una autorrealización que considera una conquista de libertad la
superación de cualquier vínculo natural, social y religioso, pero que los
reduce, de hecho, a una soledad opresiva".[1]
Por su parte, señalaba Juan Pablo II: “… Estoy
convencido de que el secreto para recorrer libremente el camino del pleno
respeto de la identidad femenina no está solamente en la denuncia, aunque
necesaria, de las discriminaciones y de las injusticias, sino también y sobre
todo en un eficaz e ilustrado proyecto de promoción, que contemple todos los ámbitos de la vida femenina, a
partir de una renovada y universal
toma de conciencia de la dignidad de la mujer.”[2]
Aunque para algunas ideologías de moda ser esposa y madre resulta casi
ofensivo pues, la “sacralización” de estas “funciones estrictamente
biológicas” son formas de control y
dominio del “fundamentalismo machista” que predomina en nuestra sociedad, ambos
aspectos, lejos de limitar su existencia, contribuyen a exaltar la dignidad de la mujer
y su vocación[3]
y a reconocer las "maravillas de Dios", que en la historia de la
humanidad se han realizado en ellas y por ellas.[4]
Por esto, con profundo reconocimiento, San Juan Pablo II expresaba: “Te
doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de
un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la
comunión y de la vida... Te doy gracias, mujer-madre, que te
conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una
experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la
luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de
referencia en el posterior camino de la vida.”[5]
No podemos cansarnos de honrar a
la mujer, y exaltar su vocación de esposa y madre, reconociendo con el papa Francisco que ''una sociedad sin madres
sería una sociedad inhumana porque las madres saben testimoniar siempre,
incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación y la fuerza moral…”[6]
En estos días, al celebrar a la
Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles,
los costarricenses descubrimos en ella, también a la esposa que con libertad, reciprocidad y cariño, hizo
de su vida un don y a la madre que acoge y cobija misericordiosamente a sus
hijos, con amor incondicional.
Hago un especial llamado a todos para que, igualmente, reconozcamos
sin mezquindad, el testimonio de tantas mujeres, esposas y madres, que con
generosidad y entrega responden a su vocación y, de modo especial, invito a toda
creyente a encontrar en María ese
referente de integral « femineidad »[7], profundamente inspirador y capaz de
clarificar, entre tanta distorsión, la plena verdad de la mujer.
[1] Benedicto
XVI a los participantes en el congreso internacional "Mujer y varón, la
totalidad del "humanum".
[2]
Juan Pablo II, Carta del a las mujeres, 1995
[3] Cf. Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem, n.1,
1988
[4]
Idem, n.31
[5]
Juan Pablo II, Carta del a las mujeres, 1995
[6] Papa
Francisco, Catequesis, 7 de enero del
2015
[7]
Cf. Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem, n.29, 1988
Fuente:
Departamento de Comunicación - Arquidiócesis de San José